Si leer es un placer, leer en compañía es un regalo que mejora nuestra calidad de vida
Nuestro pequeño club Palabras Mayores ha realizado su primera travesía por el inabarcable mundo de los libros y en nuestro cuaderno de bitácora ha quedado buen recuerdo de ella.

La búsqueda del afecto
La primera singladura nos acercó al mundo del melodrama, se puede decir que “Carta de una desconocida” de Stefan Zweig nos recordó aquellas novelas radiofónicas de Guillermo Sautier Casaseca, que escuchaban nuestras madres, y a cuyas protagonistas les pasaban todo tipo de desventuras; pero la gran calidad literaria del autor evitó que resultase un folletín y nos llevó a volver a leerlo en “Veinticuatro horas de la vida de una mujer”. A pesar de que se mantenía el ambiente de drama, su lectura nos hizo descubrir la importancia de algunas descripciones; en este caso, las manos de un jugador de casino nos condujo a darnos cuenta de cuánto nos había impactado ese pasaje y, sobre todo, constatar que una constante del ser humano es la búsqueda de afecto.
La intolerancia
Con “El profesor de música” de Yael Hassman, volvimos a recordar las tristes secuelas que las guerras dejan en las personas y la intolerancia en la que fácilmente caen las ideologías, pero también a descubrir que cuando hay voluntad e inteligencia emocional se pueden superar todos los prejuicios y descubrir lo que une, ignorando lo que separa. ¡Una lección para toda clase de convivencia!
La soledad no deseada
Mario Benedetti, con su “Tregua”, volvió a poner rostro a la soledad del individuo y la búsqueda del amor como único asidero capaz de dar sentido a la vida; hasta la persona más gris puede guardar dentro de sí una fuente de ternura que necesita compartir.
Y no dejamos el tema de la soledad cuando Kent Harouf nos cuenta en “Nosotros en la noche”, una pequeña joya, que nos volvió a hablar de lo importante de no estar solos, de compartir con el otro, con los otros, de que el cariño y la ternura florecen en cualquier momento. Y nos dio la oportunidad de reflexionar, una vez más, de la importancia que tiene conservar nuestra independencia y no depender de los hijos, ni de nadie. Eso que nuestras viviendas colaborativas nos va a proporcionar; en ellas tendremos nuestra intimidad, pero también el soporte del grupo, siempre que lo necesitemos.

La incertidumbre existencial
En esa alfombra mágica que son los libros volamos a Oriente y llegamos “Al sur de la frontera, al oeste del sol” nada menos, de la mano de Haruki Murakami (premiado recientemente con el Princesa de Asturias); con él descubrimos una narración pausada, descripciones poéticas que compartimos durante nuestra tertulia, leyéndolas en voz alta. Descubrimos que la palabra más repetida en el texto era “sonrisa”, nos hizo pensar en su importancia y que quizás nos la podríamos aplicar. Algo muy novedoso para alguno de nosotros fue la sugerencia de nuestra compañera Toñi, al proponer escuchar la música a la que el autor iba haciendo referencia durante la narración y comprobar que aumentaba el placer de su lectura.
La incomprensión de la vejez
José Luís Sampedro nos devolvió a la vieja Europa, a las raíces de nuestra cultura con su “La sonrisa etrusca”. La fuerza de Salvatore la recordaremos siempre: un héroe de guerra que también lo fue en la vida cotidiana al luchar en un mundo que ya no era el suyo, y que no siempre comprendía. Una reflexión sobre la injusticia del edadismo, un mal de nuestros días. ¡Venturosos los tiempos en que los ancianos eran los sabios de la tribu, a los que se les pedía consejo!
La mujer y su mundo
Después de esa inmersión en una sociedad real, prosaica, con poco espacio para los sueños, volvimos a hacer una pirueta en el tiempo y entramos en el mundo mágico de Agnes, la protagonista de la novela de Maggie O’Farrell, “Hamnet”, prototipo de mujer fuerte, valiente, resiliente ante la adversidad. ¡Cuántas Agnes ha habido y hay, y de las que no sabremos nada! Pero esta mujer, desde su vida de papel, nos hizo vibrar, soñar y nos dio una lección de vida.
De lo urbano a lo rural
Tuvimos que dejar con cierta nostalgia el S.XVI y aterrizamos de golpe en el S.XX, en Barcelona y en uno de sus barrios más tristes y oscuros, el Barrio Chino, actualmente conocido como “El Raval” (el nombre no ha conseguido cambiar la sordidez de sus realidades), el título de la novela resultaba irónico, “Los mares del Sur”. Nuestro acompañante, en este caso, fue el inspector Carvalho, personaje mítico creado por Vázquez Montalván. El autor siempre ha sido fiel a la ciudad que conocía íntimamente y que amaba profundamente a pesar de sus defectos, como ha de ser cuando el amor es verdadero y, por eso, sus descripciones del paisaje urbano y de sus personajes son tan valiosos.
Seguimos en el S.XX, pero cambiamos el paisaje urbano por uno plenamente rural. Hicimos una auténtica inmersión en el mundo de la caza gracias a un avezado cazador, pero mejor escritor, Miguel Delibes, con su ”Diario de un cazador”. Pocas veces ha habido tanta unanimidad en el grupo al rechazar ese deporte, pero también total unanimidad en valorar la gran calidad de la narración y sobre todo la riqueza de vocabulario; dio para mucho descubrir y/o recordar palabras que ya sólo duermen en los diccionarios.
La incomprensión de la familia
Retrocedimos en el tiempo y nos fuimos al S.XIX, pero sin salir de España, ahora nos trasladamos a Madrid y desde ese observatorio privilegiado que es un libro, con “Miau” fuimos testigos de los avatares y desgracias de una familia de la clase media tirando a pobre en momentos de inestabilidad política y económica. Nadie como Don Benito Pérez Galdós para hacer una crónica social de la época. Pudimos comprobar que cuando no existía un funcionariado como tal estructura fija del Estado, sino que y este personal dependía del partido que en ese momento subiera al poder, podía determinar, de la noche a la mañana que una familia quedase en la miseria ¡Triste fin el del protagonista, al que llegamos a comprender mejor que su propia familia!
Armonía con el entorno
Después de tanta penuria y tristeza, nada como una ventana abierta a la esperanza y al optimismo y Chris Stewart, con su novela autobiográfica “Entre limones”, nos paseó por las Alpujarras, nos hizo agricultores, ganaderos, recolectores de hierbas curativas… y nos afianzó en la idea de que nuestros cohousing han de convivir en perfecta armonía con el entorno que los acoja.
Amor por la naturaleza
Frecuentemente, recordamos nuestra infancia como un paraíso del que fuimos expulsados; Gerald Durrell, generosamente, nos permitió ser parte de su troupe en “Mi familia y otros animales”. Nos reímos con sus aventuras y sus frecuentes trastadas, aprendimos a coleccionar insectos y todo tipo de animales, aprendimos a observar la naturaleza con sumo cuidado y nos bañamos rodeados de delfines. Feliz infancia la de este naturalista de vocación contagiosa.
La sensualidad de la mujer
Sólo habíamos escogido un libro de poesía (no recuerdo quién lo propuso), pero creo que hablo en nombre de todo el club al decir que fue el gran regalo y el gran descubrimiento: “El ojo de la mujer” de Gioconda Belli. Fue unánime el profundo placer que nos aportó su lectura, descubrir esa sensualidad tan intensa y a la vez, tan sencilla de sus versos. Me arriesgo a asegurar que no se ha separado de nuestras mesillas de noche, que hemos recurrido a leer al azar cualquiera de sus poemas y que nos han hecho respirar profundamente y nos han dado la energía que en ese momento necesitábamos.
Pues hasta aquí nuestra primera singladura, deseamos ser muchos más los que se sumen a la siguiente. Viajamos gratis, nos enriquecemos mutuamente, nos vamos conociendo cada vez un poquito más y el grupo se hace más cohesionado y fuerte.
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