Fallecía el 14 de diciembre de 2022
“Primeramente quise ser una caja de música, me parecía maravilloso que solo con levantar la tapa regalase música” (Autobiografía María Zambrano)
En el mismo momento que leí esa frase me vino al pensamiento la imagen de Inma. Sí, ella ha sido una caja de música. Cuando la conocías recibías de inmediato el regalo de su sonrisa, su afabilidad, su calidez, su ternura, … A través de la luz de su mirada franca y directa, desde el primer momento, te dabas cuenta de que era un ser especial.
Nos conocimos hará cinco o seis años, y su físico menudo, de aspecto aniñado, me hizo evocar las ilustraciones de los cuentos infantiles.
Parecía frágil, liviana, y enseguida te sentías inclinada a protegerla, a acariciarle el cabello como se hace con un niño; pero cuando Inma hablaba te percatabas de que ese recipiente tan delicado escondía una fuerza fuera de lo habitual.
Cuando hablaba de Ginés, su compañero de vida, de sus hijas, de sus nietos, de sus ilusiones de futuro, de su forma de entender el mundo, de su amor por la tierra como fuente de vida … lo hacía con vehemencia, con lucidez, con entusiasmo, enamorada de lo que decía, con una sabiduría ancestral que sólo ciertas personas poseen.
Compartía con nosotros lo que le salía del corazón.
Era imposible no sentir íntimamente ese sincero cariño que nos brindaba y esa luminosa alegría que resultaba contagiosa y, de inmediato, te hacía sentir valorada, mejor persona, y eso permitía identificarte con sus ideales y sus sueños … Es más, podías sentir que ella era la poseedora del secreto de la verdadera esencia de la vida y que los demás andábamos perdidos. ¡Cuántas veces estuve a punto de pensar que también yo era capaz de plantar un huerto!
La pandemia nos robó oportunidades de disfrutarnos más. Por fortuna, hay hilos invisibles, sutiles, creados de cariño, que unen a las personas a pesar de separaciones obligadas, y siempre sentí que ella los había tejido entre nosotros.
Era un referente que nos unía a todos. Muchos éramos los que con frecuencia le pedíamos opinión y consejo, y puedo afirmar que todos los que en ese momento formábamos el proyecto sentíamos que era nuestra Inma, y nosotros parte de ella. Nos trataba a todos con la delicadeza y el respeto que sólo el verdadero afecto sabe dar, éramos sus ”bombones”, el apelativo cariñoso que con frecuencia nos dedicaba.
Siempre se ha dicho que en la adversidad se conoce el verdadero valor de las personas y quiero decir que ella nos dio una lección a todos. La enfermedad pudo vencer su cuerpo pero nunca doblegó la fuerza de su espíritu. Seguía siendo esa caja de música que nos regalaba serenidad y cariño, se puede decir que era ella la que nos consolaba. Nunca perdió la sonrisa, ni esa luz especial de su mirada, ni el entusiasmo por las cosas sencillas de la vida, sabiendo encontrar la belleza en todas ellas.
Tengo la seguridad de que será nuestro recuerdo compartido cuando veamos una huerta sembrada, cuando llegue a nuestros oídos el alegre rumor de una acequia, cuando sintamos en el rostro el aroma de los pinos.
Sonreiremos y sentiremos que Inma sigue a nuestro lado.

0 comentarios