Un proyecto utópico hecho realidad
A comienzos del verano, un grupo de nuestra asociación visitó la ecoaldea Lakabe, en Navarra.
Sus inicios se remontan a marzo de 1980, cuando varias de personas procedentes de los movimientos de objeción de conciencia y feministas se unieron con el fin de trabajar en tres campos.
Objetivos de Lakabe
En primer lugar, el proyecto de una sociedad nueva en un pueblo abandonado, en ruinas. Nacer en este ámbito rural permitía tener toda la libertad para construir espacios amplios, grandes salas donde se pudiera trabajar de forma colectiva.
Identificaron anhelos y necesidades: en un sistema socioeconómico en que predomina el poder vertical y un sistema de creencias en torno a la escasez de recursos y la carencia, se soñó que podemos ser iguales (también respetando a otros seres del planeta), que haya recursos para todas las personas (el lenguaje inclusivo es seña de identidad en Lakabe) y vivir en armonía con la naturaleza, poniendo la felicidad y la vida en el centro.
Pero no sabemos cómo vivir en paz y entre iguales, por lo que es tarea de los colectivos, recordaba Mabel Cañadas, hacer posible espacios de poder, construidos por personas libres (en una sociedad y en un sistema que mantiene a las personas aisladas y reducidas a fuerza de trabajo), hasta que más personas sean conscientes de su poder y libertad. La responsabilidad de los proyectos comunitarios es facilitar ese tránsito desde los individuos a la sociedad.
Autosuficiencia
Otro objetivo materializado, aunque de forma limitada, fue la autosuficiencia a nivel energético, económico y alimentario (con huertas, ganado…). En Lakabe hay una economía común (“ecosinuestra” la llaman, en una divertida y lúcida deconstrucción del lenguaje), que les hace independientes de los bancos. Sus ingresos se basan en una panadería y en los cursos de formación que se imparten.
Modelo de gobierno
Finalmente, y éste es quizá el aspecto más cercano a los intereses de nuestra asociación, está el trabajo impresionante que se ha realizado en la gestión del proyecto, creando estructuras y normas que atienden tanto al plano emocional y humano de las relaciones como al de la toma de decisiones.
Lakabe comenzó con un modelo de gobernanza de asamblea (círculo grande), pero se vio que eran necesarias reuniones largas y difíciles, por lo que hace unos diez años se cambió a una estructura de seis círculos o pétalos, inspirado en la sociocracia: gestión interna (acuerdos, normas, procesos de acogida y decrecimiento, despedida), economía, territorio (animales, obras, agua…), celebración (arte, cultura, espiritualidad…), crecimiento (formación, acompañamiento de mayores y niños…) y bienestar (conflictos, salud grupal), cuya corola está constituida por las personas coordinadoras con un doble enlace en cada pétalo.
El trabajo desarrollado en cada círculo o pétalo recibe luego el feedback de la asamblea (el grupo de bienestar provee facilitadores para las asambleas), y cada dos años se evalúa, agradece y se celebra dicho trabajo.
Hay tareas y funciones que no están definidas estrictamente en uno de los círculos, y otros grupos que tampoco se enmarcan dentro de ninguno de ellos (de mujeres, hombres, mayores, jóvenes, crianza, LGTBIQ+). Nos sorprendió ver un anuncio en el comedor que decía: “El EPGEL de esta tarde se suspende”. Es un acrónimo que significa “espacio de gestión emocional”, que se celebra semanalmente para profundizar en aspectos como la despedida de algún miembro, la muerte o, sencillamente, lo que alguien solicita.

Talleres realizados
Participamos en talleres y dinámicas sobre temas que son cuidados con delicadeza de orfebre en este proyecto de utopía realizada.
Sobre comunicación, y la necesidad de colocar todas las intervenciones una al lado de otra y ninguna por encima, evitando juicios, acusaciones, toda expresión de comparación (“Esto es más importante, o mejor…”) que crean un campo grupal adverso. Aprendimos que esta sutil pero efectiva manifestación del grupo, que es el campo grupal, ha de nutrirse con rigor, respeto, el hacer bien las cosas y motivarse cada persona a sí misma para diseñar su día cada día.
Sobre conflictos y voces antagónicas en el grupo y en la toma de decisiones (también en el conflicto intrapersonal), nos recordaban lo habitual que resulta enredarnos en lo verbal, en las creencias culturales y egoicas, en las exigencias de que las cosas sean de una forma, y la conveniencia de, una vez expresado el problema, viajar al otro lado o punto de vista, y cultivar el silencio, el vacío de no tener preparada una respuesta, para ir descendiendo hasta encontrar el sentido en un plano más profundo o esencial.
Un mensaje claro sobre el conflicto: aunque no se contiene con estructuras, normas y límites, es necesario que las funciones y los roles de cada área estén definidos, tener organización y una persona que lidere cada área, si bien es un puesto rotativo, elegido y consensuado en función de las cualidades que requiere.
El último taller fue sobre la diferencia entre rango y poder. Si este último es la capacidad de influir en un sistema, el rango es la suma de tus privilegios, de los aspectos positivos que tienes por ser quien eres, condicionado por tu historia o biografía. El sistema no nos enseña a ser conscientes de ese poder que tenemos, solo a usarlo para nosotros, sin modificar el sistema. Ahora bien, si no eres consciente de tus privilegios y de tu historia, no tienes poder, ese poder de transformación personal, grupal y social.
Venimos agradecidos de disfrutar la atmósfera de autenticidad, confianza y sabiduría que se respira en este pueblo libre, bendecido por verdes bosques del norte, donde la vida tiene un ritmo sosegado y el aroma de la plenitud.
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